Los procesos ocurren, nos sobrepasan, nos llevan consigo y el raciocinio más labrado y toda la información acumulada durante años poco tienen que ver con el verdadero entendimiento, con la verdad. Por eso inventamos historias, por eso las excusas y justificaciones, por eso nuestro afán por la coherencia; necesitamos de un discurso y un paradigma válido que cubra el abismo, que falsee lo único real. Así conseguimos descansar, aminorar el temor, sedar la intranquilidad, así podemos mantener la ilusión de la correspondencia entre seres de igual condición. Nos contamos cuentos a nosotros mismos cada anochecer y de día intercambiamos esas historietas, esos latidos prefabricados.

Martxel Mariskal — Me llamo Ezequiel y así será siempre